Durante casi 20 años interrumpidos (porque en el medio me mudé, me estresé y a mi cuerpo le pasaron cosas que también alteran el ciclo) traté de que la relación con mi periodo fuera lo más pacífica posible. Nunca me dolió estar menstruando, jamás tuve que guardar cama, no me manché en medio de toda la clase, nunca tuve accidentes y ni siquiera manché el colchón, sí. Pero sabía que nos quedaban más cosas por vivir. Todas las mujeres de mi familia hasta entrados los 50 siguieron menstruando y yo no iba a ser la excepción, pero los métodos "tradicionales" me estaban empezando a hartar y fue allí cuando descubrí la copa menstrual.
Hacía varios meses que quería un cambio, no solo por una cuestión de salud o de ambiente sino también por mi presupuesto. Argentina es uno de los países con la tasa más elevada para productos de higiene femenina y, a diferencia de otros países, como Alemania, donde se las ingeniaron para hacer un libro lleno de tampones (sí, los libros pagan menos impuestos que los tampones allí), aquí las cosas no hacían más que aumentar. En agosto de 2020 (momento en el que estoy escribiendo esta nota), una caja de 16 tampones cuesta 250 pesos aproximadamente, en 1 año son 3250 pesos y en los 40 que menstrúa una persona, suponiendo que empieza a los 12 y termina a los 52 son alrededor de 130 mil pesos, eso sin contar la inflación anual. Una copa menstrual, dependiendo de la marca ronda los 2 mil pesos, tiene una vida útil de entre 5 y 10 años y puede estar adentro del cuerpo hasta 12 horas. Las ventajas eran abrumadoras.
No obstante, todo tiene su tiempo. Ponerme un tampón por primera vez me costó meses. En el ambiente en el que vivía estaba muy demonizado, se decía que solo lo podían usar mujeres que no fueran vírgenes, que podías perder las piernas, que era tóxico tenerlo adentro mucho tiempo, que había gente a la que se le había cortado el hilo y habían tenido que salir corriendo a la guardia y mil cosas más. Sin embargo, en el momento que los probé y los usé por primera vez no los largué más. Eran el método más cómodo, más indoloro, inodoro e insípido y me encantaban. Me encantaba no sentir, al menos por cuatro horas, que nada estaba pasando, que mi cuerpo estaba como siempre. ¡Nada más lejos de la realidad!
La menstruación es un proceso biológico, es parte de nosotras, de nuestra vida y de una conexión cuerpo mente que tenemos que empezar a entender como tal, ¿cómo lo haría si nunca estaba en contacto con mi sangre, con lo que pasaba en mi cuerpo que, efectivamente, todos los meses cambiaba? Fue ahí cuando la copa llegó a mi vida, para demostrarme que esa conexión existe, que menstruar no tiene por qué ser un bajón, una tortura o algo para ocultar a rajatabla. Estoy viva y sangro, tengo que ver mi sangre, no puede ser de otra manera.
Los primeros días, ni siquiera meses de usar la copa, tuve que ver tutoriales. Creía que algo como eso no podría entrar (o salir) y entré en pánico, pero hay cuentas muy buenas en Instagram que tienen videos muy útiles para "encontrarle" la vuelta. Si el primer mes toda la situación se parecía a una peli de Tarantino, para el segundo estaba todo más que controlado. ¿Lo llamativo de la situación?, todos los meses sangramos el equivalente a 4 cucharadas, ¿por qué con otros métodos parecía tanto cuando en realidad no lo es?, ¿quién sabe? Lo que sí sé, es que estoy feliz de haber descubierto este método y estoy convencida de que no lo cambiaría por nada.
Esta es solo mi experiencia y quería compartirla, pero si tienen dudas o consultas no duden en acudir a unx ginecólogx o buscar asesoramiento profesional. Ci vediamo!