Se coló de a poquito. De a ratitos, de a sorbos.
Entró por la ventana del baño, por alguna hendija, por el dintel de la puerta, por debajo de las sábanas, desde atrás de mi almohada, a través de mis sentidos.
Llegó de la nada, de repente, sin buscarlo, sin esperarlo, sin siquiera quererlo... me invadió. Es mío, soy suya. Se instaló.
Desde ese día nada pudo volver a ser igual. Absolutamente nada.
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