lunes, 26 de noviembre de 2012

Certeza y Sorpresa, un matrimonio consolidado

Patrick Süskind, quien escribió "El Perfume" tiene en su haber otra obra literaria no tan conocida, pero no por eso menos obra: La Paloma.

En ese cuento, un hombrecito gris, de mediana edad, hace de su existencia algo también gris y mantiene todo controlado a rajatabla. Nunca nada sale de su lugar y todos los días se repiten del mismo modo que la salida del sol.

Cualquier parecido con otros personajes literarios como el Phileas Fogg de Verne o Immanuel Kant en la vida real, es mera coincidencia; pero también es una comprobación fehaciente de que los hombres grises no son sólo un invento de la postmodernidad y que desde siempre el ser humano está obsesionado con controlar todos los aspectos de su vida.

En el caso del cuento de Süskind es una paloma que aparece en un lugar imposible, lo que desestructura la rutina lineal y cuadrada del personaje y lo lleva a cuestionarse hasta su misma existencia de pe a pa; en el caso de Fogg, es un pacto entre caballeros el que lo obliga a salir al mundo y encontrarse con otras realidades y otras personas, incluyendo a su propia esposa.

El caso de Kant es el más extremo; "era un solterón amargado que salía siempre las cinco de la tarde, si se llegaban a hacer las cinco y un minuto, ya no salía" me contó mi profesora de filosofía una vez. Extremo también es darse cuenta de que los dos primeros hombres a los que menciono son inventados y el último, el más increíblemente obsesivo (¿e inseguro?), termina siendo real.

¿Qué era lo que estaban tan empecinados en evitar?, La sorpresa, pero más que nada la incertidumbre, la sensación de sentirse desestructurados ante un mundo que amenaza con cambiar y que cambia permanentemente sin que uno pueda llegar a darse cuenta.

Los entiendo, los entiendo y no se pueden imaginar cómo... si de chica hubiera tenido menos sorpresas y las cosas tan controladas como ellos quizá ahora sería menos retorcida, manipuladora y atosigante.

Es el temor al abandono lo que me da miedo experimentar y por eso tengo la necesidad constante de crearme la mayor cantidad de certezas, porque el hecho de llegar a pensar que estoy siendo abandonada,me deja hecha una nada, una nadita, una nadie... Al menos eso pensaba hasta hace un tiempo.

Mi historia personal pedía certezas a gritos y por suerte tuve una madre-leona-pulpo que pese a las mil cosas que tenía que hacer trataba de estar siempre conmigo y de darme la seguridad que necesitaba para dar cada paso.

Cuando me fui de mi casa me dijo, "Ahora vos te creás tus certezas" y cuánta razón tuvo. No dejé de ser excesivamente controladora, obsesiva y exigente ni conmigo misma ni con los demás, que lo hiciera costaría más que hacer pasar un camello por el ojo de una aguja.

Siempre hay un porcentaje de la vida que es necesario que sea incertidumbroso, azaroso y desconocido... y créase o no, ahora considero que la incertidumbre y las sorpresas fueron, son y serán lo más útil que me pasó en la vida porque me sirvieron para hacerme más fuerte, enfrentar los desengaños, aprender a confiar (y desconfiar) de los demás y animarme a salir a un mundo donde no siempre hay que buscar, sino saber encontrar.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Ya no

No te espero porque me cansé.
Me diste el más amargo de los amores y el más lindo de todos los dolores. Te borraste, te esfumaste, huiste cuando yo más te necesitaba. Te fuiste después de que te dije que estaba con vos en las buenas y en las malas, que te quería conmigo lo que nos durara... mientras estuvieras. 
Fuiste incapaz de decir un sí o un no, sino simplemente no volviste y los días que te esperé devinieron en semanas y las semanas en meses.
Yo veía triple. Vi virtudes tuyas donde no las había, justifiqué hasta lo injustificable y te perdoné la vida. Creí que los puntos que marcaban nuestra historia eran suspensivos, cuando en realidad, eran un punto final.
Vos sabías que te ibas a ir, pero seguiste apareciendo y me seguiste ilusionando.
Así fuiste marca y después te convertiste en huella. No hay mar de recuerdos que pueda borrar lo que nos pasó.
Nunca te importó nada, absolutamente nada, de todo lo que te di.
Me partiste, también el corazón.
Porque me hiciste quererte y todavía, aunque me desentienda y diga que te superé, no puedo dejar de hacerlo...
Pero por más que yo te quiera, vos me dolés más, tanto, que ya no sé si es más fuerte lo que te quiero o lo que me duele quererte...
Así no puedo seguir, así no quiero seguir.
Y por eso ya no te espero.

viernes, 12 de octubre de 2012

Liverpudlianidades

Eleanor Rigby (La real)

Era enfermera. Daba su vida por los otros, se dejaba la piel en cada adulto, niño o viejo que tenía que atender... Eleanor era increíble.
Se había casado joven, a los 25 con Thomas, que era empleado de una fábrica. Eran un tanto austeros, pero eran felices.
Fue una lástima que Dios no les haya mandado hijos; ella hubiera sido una madre estupenda. Yo creo que en cada chico que llegaba a la guardia veía a los que no pudo tener, por eso eran su pasión, se desvivía por ellos. En ocasiones, ella parecía más madre que las mismas madres.
Yo en esa época todavía no estaba casada ni era madre, pero soñaba ser tan buena con mi esposo como lo era ella, quería ser al menos un cuarto de lo dedicada y abnegada que era ella, que mis hijos me quisieran como los pacientes del hospital a ella.
(Interrumpe el relato)
-Paulie, no hagas ruido, mami está hablando.
(El pequeño vuelve a un rincón y continúa jugando en silencio)
-¿Qué le pasó?, ¿por qué murió tan joven?
- No se murió de golpe, se fue muriendo de a poco. Una noche, en la que ni siquiera era su turno llegó llorando a la guardia. En años de trabajar juntas, nunca la había visto tan triste, parecía estar vacía... Después de eso empezó a faltar cada vez con mayor frecuencia, siempre se excusaba diciendo que tenía dolores de cabeza, que se sentía mal o que tenía frío. Sé que eran todas mentiras. Lo sé.
-¿Qué cree que pudo haberle pasado?
-Una tarde la fui a visitar a su casa. No era ni la sombra de lo que había sido siempre, la Eleanor que yo conocía no se parecía en nada a la que estaba echada en la cama, sin ganas de nada... Cuando su marido nos dejó solas me lo confesó: él tenía otra familia, otra esposa, que era enfermera en Blackpool. Tenían hijos, alrededor de cinco.
Eleanor lloraba mientras me lo contaba, saber que el amor que ella y Thomas se tenían no era recíproco, la consumió, la devastó.
-Me imagino lo duro que debe haber sido para ella.
-Para ella él y su trabajo lo eran todo, ahora no sentía ni amor ni pasión por nada. ¿Qué sentido tenía vivir así?
No contesté
-Tres días después de mi visita, me enteré de que se murió mientras dormía. El hecho de que despertara a la realidad, la durmió para siempre.
-Pobre Eleanor
-Fue una lástima
(Sentimos un ruido a vidrio roto)
-¡Paul!, Dios Santo, ¿qué parte de "quédate quieto" no has entendido hijo?. Discúlpame.
-No hay problema, gracias por atenderme Mary, agradezco que me contaras sobre ella. Quizá dentro de muchos años, no seamos los únicos que la recordemos.
-Quizá.
Me despido de ella y del intrépido niño y sigo mi recorrido por las calles liverpudlianas

domingo, 15 de julio de 2012

El Deseo de Inmortalidad

Así es el título tal y como lo pensó, mi amiga, compañera, oreja, coequiper, madre e hija Little C, que de little no tiene nada. Cuando publicaron este cuento, le pusieron "El Deseo de la Inmortalidad" y perdió totalmente el sentido. Al menos, el que ella quiso darle.

In en un momento tenía la estatura de un metro setenta, pasados dos años fue de un metro ochenta y en el transcurso de los siguientes cuatro meses, aumentó aún más. In era infeliz y en algún momento de su corta vida deseó ser exterminada por dos o tres marcianos violentos.
Mort era un niño obeso, su rutina se basaba en controlar los alimentos que ingería, para no repetir siquiera un plato por mes. La capacidad de su estómago era abismal e incontrolable su deseo de comer en exceso. Sintiéndose obligado a la eterna amargura, Mort también quiso ser aniquilado por un grupo, en este caso, de gangsters.
Ali tenía la obsesión de blanquearse la piel, según ella su piel se oscurecía con el paso del tiempo. En una reunión entre compañeros, llegó a afirmar que, una vez que se dejó estar, quedó tan negra como el carbón. Tenía fama de mitómana por lo que nunca era tomada en serio, y esta era razón suficiente para que deseara morir en un desierto al contacto con el sol mientras su piel se hacía cenizas.
Dad era un hombre generoso, pero triste. Tenía treinta y nueve hijos y veintisiete ex-esposas, trabajaba de minero pero su esfuerzo no alcanzaba para sostener a una familia tan numerosa por lo que no podía disfrutar de nada, así que optó simplemente por respirar. Dad deseaba ser arrastrado por una locomotora a vapor el día de su cumpleaños número cincuenta.
Todos ellos desearon morir en el mismo momento, y el deseo se hizo realidad con algunas modificaciones: In murió asesinada por unos gangsters, Mort fue exterminado por unos marcianos violentos, Ali murió atropellada por una locomotora a vapor el día de su cumpleaños y Dad murió en el desierto disecado por el sol.
Inmortalidad escuchó con gran asombro la historia que su abuelo le contaba, tratando de entender las paradojas del deseo y después dijo: - Abuelo, yo deseo no morir jamás.

jueves, 17 de mayo de 2012

En el lugar equivocado

Me sentí confundida cuando no escuché el sonido del despertador como todos los días. ¿Qué pasaba? ¿Me habría olvidado de configurarlo?
Estaba desconcertada, porque no reconocía ni por casualidad el color de las paredes, y no sentía el olor a jazmines y lirios provenientes de mi patio.
Una luz me encandilaba, pero no era el sol, lo comprobé cuando levanté la vista. Se trataba de una lámpara de luces plateadas, de tamaño comparable al de un televisor. No tenía un espejo cerca, pero sabía a ciencia cierta que mis pupilas estaban contraídas, y que no tardaría mucho en darme vuelta hasta quedar boca abajo sobre algo que parecía un colchón.
Tampoco demoré demasiado tiempo en darme cuenta que no estaba en mi cama, sino en algo más duro, más grueso e incómodo. No sé si era madera o metal, pero no se parecía en nada a mi cama.
Quise buscar mis cobijas y no las encontré; quise sentir el peso del cuerpo de mi gato sobre mis pies y tampoco lo logré. Me di cuenta también que mis movimientos era más rápidos, que el aire se sentía raro, y que no tenía frío, pero tampoco calor.
Varias voces sepulcrales comenzaron a murmurar a mi alrededor. A medida que se iba acercando, trataba de distinguir en qué idioma hablaban, quería entender lo que decían, lo necesitaba para no entrar en pánico… No hablaban en castellano, ni en inglés, ni en alemán ¿cómo haría para preguntar qué era lo que pasaba?
Me incorporé en la cama y vi dos figuras como humanas, pero con la piel blanca como el papel y los ojos de un verde inconcebible para el planeta Tierra. El lugar donde estaba era totalmente negro. Todo, exceptuando las luces y los misteriosos seres, era oscuro.
El hombre extraño me tocó la frente con su mano helada, luego se sentó a mi lado y apagó la luz que tanto me molestaba. Me percaté de que tanto sus ojos como los de la mujer que estaba detrás, brillaban, y un segundo después sentí que los míos también lo hacían.
-Te hemos extrañado tanto- dijo la mujer
Me asombré al darme cuenta que estaba entendiéndola, comprendía cada sílaba, cada palabra de su lenguaje, pero no terminaba de entender qué era lo que estaba pasando.
-Hija mía- dijo el hombre.
-¿Qué? ¡Esto es un error!, yo soy del planeta Tierra. Mi familia debe estar preocupada por mí. Esta no es mi casa, mi habitación es blanca y tengo un gato. ¡Quiero a mi gato!- Ahora sí estaba nerviosa, pero más que nada aterrorizada.
-Tú eres la que está equivocada Wiebcke. Tu hogar es este y tus padres somos nosotros. Venimos a buscarte… te extrañábamos tanto- dijo la mujer y me abrazó.
-Somos del planeta de Yensid, tú perteneces a él- aseguró el hombre.
Me quedé estupefacta. Sus semejanzas físicas y las mías eran obvias.

Supe entonces que echaría de menos mi habitación blanca, a mi gato y el olor de los jazmines, pero finalmente, después de muchos años de incertidumbre, comprendí por qué nunca había encajado en Tierra.

domingo, 15 de abril de 2012

Utopía


La Real Academia Española define a una utopía como un plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su formulación.
Ningún libro dice (y tampoco dirá nunca), cómo, cuándo, dónde y por qué se llega al momento que le sigue a esa formulación: el de la concreción.
Soñar, imaginar o replantearse el mundo en función de que otro futuro tanto propio como compartido puede ser posible es un viaje de ida. Una vez que una idea zarpa de la mente es imposible detenerla, es imposible retenerla.
La práctica y la vida misma demuestran que, de forma contraria a lo dicho por cualquier diccionario, las utopías no quedan enclaustradas en un lugar inexistente; están en tantas mentes y en tantos lugares al mismo tiempo, que sería imposible universalizarlas, cuantificarlas y medirlas.
Sí es universal y surge o surgirá en todas y cada una de las siete mil millones de cabezas que están poblando el planeta Tierra, la imperiosa necesidad de hacer todo lo que sea posible para que aquello que en la teoría se considera inalcanzable, deje de ser una simple abstracción. No hay quien no quiera que sus lejanas elucubraciones mentales se concreten y se vuelvan palpables, tangibles y más que nada, reales.
¿Quién tiene el poder suficiente para decidir qué es una utopía y qué no?, ¿quién puede decidir cuánto peso tiene una con respecto a la otra?, ¿quién dice cuál vale más y cuál menos?, ¿quién puede decirle a otro cómo pensar?
Las utopías son, entonces, parte de la historia de un pueblo, construcciones mentales de sus habitantes, conjuntos de significados comunes y las impulsoras de los cambios más grandes que marcan la vida en conjunto de un país.
Son de todos, porque no hay ser humano que viva sin ellas, no son de nadie, porque nacen como parte de la naturaleza misma formando una antítesis con la racionalidad. Pueden ser globales, porque también pueden ser compartidas y aunque se compartan, también son individuales y particulares, porque nadie las concibe de la misma manera y todos las aprehenden a su modo.
Es por esto que dar cuenta de algunas de ellas resulta ser otro viaje fascinante para conocer más el mundo actual y, simultáneamente, volver a imaginarse que otro mundo puede ser posible.
Las ideas no se matan; las utopías tampoco. Por más restricciones mentales y materiales a las que uno se haya expuesto a lo largo de su vida, para la mente ni el suelo es el tope, ni el cielo es el límite.

sábado, 25 de febrero de 2012

María, María #Once

Se llamaba María,  lo normal era que caminara, era caminante, al menos eso decían todos los diarios, las redes sociales y hasta en la televisión. Ponían énfasis en hablar de ella en pasado; "estaba muerta", "la encontraron en la morgue anoche", "Ya no la buscan más, se murió"... Yo la miraba, veía la foto una y otra vez y no podía pensar en que estuviera muerta.
Vi muchas otras fotos, gente que era buscada en todos los hospitales habidos y por haber y que iba apareciendo, en la mayoría de los casos muerta. A uno lo buscaba su esposa, a punto de parir; a otro, que tenía una hijita de 4 años, casi medio país... a ella parecía que no la buscaba nadie e incluso su muerte parecía irrelevante.
Yo seguía mirando su foto, hasta soñé que la buscaba, que la veía en la televisión y después corría y que después la encontraban, herida y shockeada, pero viva. A los otros que también buscaban los vi en mis sueños, pero estaban heridos, inertes, o escondidos en el tren. María, la chica de la foto, corría, corría sin parar, se escondía y aparecía.
Pasó la mañana, pasó la tarde y nadie hablaba de ella, era una muerta mediática...
Volví a ver su foto, seguramente lo haría hasta el cansancio. Leí uno a uno los comentarios que la gente le iba dejando abajo, vi varios QEPD y caritas tristes, pero los nuevos comentarios decían lo que yo ya sabía: estaba viva. María estaba viva. María está viva.

"La encontramos hace 4 horas en un hospital de San Isidro, muy golpeada y en shock, por suerte ya está mejor"