viernes, 12 de octubre de 2012

Liverpudlianidades

Eleanor Rigby (La real)

Era enfermera. Daba su vida por los otros, se dejaba la piel en cada adulto, niño o viejo que tenía que atender... Eleanor era increíble.
Se había casado joven, a los 25 con Thomas, que era empleado de una fábrica. Eran un tanto austeros, pero eran felices.
Fue una lástima que Dios no les haya mandado hijos; ella hubiera sido una madre estupenda. Yo creo que en cada chico que llegaba a la guardia veía a los que no pudo tener, por eso eran su pasión, se desvivía por ellos. En ocasiones, ella parecía más madre que las mismas madres.
Yo en esa época todavía no estaba casada ni era madre, pero soñaba ser tan buena con mi esposo como lo era ella, quería ser al menos un cuarto de lo dedicada y abnegada que era ella, que mis hijos me quisieran como los pacientes del hospital a ella.
(Interrumpe el relato)
-Paulie, no hagas ruido, mami está hablando.
(El pequeño vuelve a un rincón y continúa jugando en silencio)
-¿Qué le pasó?, ¿por qué murió tan joven?
- No se murió de golpe, se fue muriendo de a poco. Una noche, en la que ni siquiera era su turno llegó llorando a la guardia. En años de trabajar juntas, nunca la había visto tan triste, parecía estar vacía... Después de eso empezó a faltar cada vez con mayor frecuencia, siempre se excusaba diciendo que tenía dolores de cabeza, que se sentía mal o que tenía frío. Sé que eran todas mentiras. Lo sé.
-¿Qué cree que pudo haberle pasado?
-Una tarde la fui a visitar a su casa. No era ni la sombra de lo que había sido siempre, la Eleanor que yo conocía no se parecía en nada a la que estaba echada en la cama, sin ganas de nada... Cuando su marido nos dejó solas me lo confesó: él tenía otra familia, otra esposa, que era enfermera en Blackpool. Tenían hijos, alrededor de cinco.
Eleanor lloraba mientras me lo contaba, saber que el amor que ella y Thomas se tenían no era recíproco, la consumió, la devastó.
-Me imagino lo duro que debe haber sido para ella.
-Para ella él y su trabajo lo eran todo, ahora no sentía ni amor ni pasión por nada. ¿Qué sentido tenía vivir así?
No contesté
-Tres días después de mi visita, me enteré de que se murió mientras dormía. El hecho de que despertara a la realidad, la durmió para siempre.
-Pobre Eleanor
-Fue una lástima
(Sentimos un ruido a vidrio roto)
-¡Paul!, Dios Santo, ¿qué parte de "quédate quieto" no has entendido hijo?. Discúlpame.
-No hay problema, gracias por atenderme Mary, agradezco que me contaras sobre ella. Quizá dentro de muchos años, no seamos los únicos que la recordemos.
-Quizá.
Me despido de ella y del intrépido niño y sigo mi recorrido por las calles liverpudlianas

No hay comentarios.:

Publicar un comentario