Cuando dejás de querer a alguien, pensás que nunca más vas a volver a experimentar esa mezcla de sensaciones, esa combinación exacta que se da solo cuando tenés a "la" persona enfrente. Lo pensás, sí, una y mil veces, pero por suerte no tenés razón.
Volver al ruedo siempre cuesta, pero se puede y el amor, cada amor, es como una huella dactilar o las formas de la lengua, uno es distinto a todos y también es distinto con todos. A vos te quiero de una forma diferente de la que quise antes y probablemente opuesta de la que voy a querer a otra persona después.
Maupassant también lo decía, "no voy a contar nuestra historia, porque el amor tiene solo una: amar y ser amado", yo no sé si te amo. Quizá sea la misma incompatibilidad del guante derecho con la mano izquierda la que hace que vaya a vos como los bichos a la luz, hipnotizada, magnetizada, totalmente idiota, y como también decía Maupassant con un sólo nombre en los labios, un solo pensamiento en el cuerpo y un sólo motivo para que mis latidos se aceleren.
Son las 12. La hora pactada, esa puerta que separa mi mundo del que tienen el resto de los mortales puede abrirse o no, puede que no pase nada o puede que nos pase todo. Todo junto. Yo me la juego a que estás atrás. A que también me buscabas. A que, por fin nos encontramos. A que aunque seamos tan diferentes, podremos construir grandes cosas juntas. Una y mil veces, apuesto a vos, al amor después del amor.
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