Sos la segunda, tercera, cuarta, quinta persona que me pregunta por él. Como si implícitamente todos ya tuvieran asumido que sé todo de su vida y él de la mía, que por exceso, defecto, derivación o cualquier otro tipo de fenómeno natural o no, nos van a encontrar juntos. Y no, no sólo que no estamos juntos, sino que no somos juntos, ni estamos. Nada.
Sé que estoy y sé que existo porque en este momento estoy redactando estas líneas, sé donde me encuentro, sé quien soy. Él también está y existe, porque dio señales vida, de que el corazón le late, que el cerebro le carbura y demás. Pero que esté con vida no significa justamente que esté en mi vida. Hay un océano y medio de diferencia.
Lo extraño, sí. A veces lo extraño, otras pienso que fue un espejismo. Otras, como esta en la que no sé su paradero, busco frenéticamente evidencias que me hagan comprobar que fue real. Y sí, lo fue. Fulano, Mengana y Sultano lo conocen. La chica X cursó con él, el chico Y vivió con él un tiempo. Existió, sí, pero en parte yo también me lo armé para mí, a gusto y piacere. Ese defecto que tenía no me parecía tan defecto y esa virtud que apenas asomaba me parecía demoledora. Sin darnos cuenta, con todas las personas hacemos lo mismo. No hay alucinógeno más grande que la subjetividad. Lo extraño, sí. O quizás extraño lo que me gustaba de él y lo que me gustaba de mí, cuando estábamos/éramos y coincidíamos.
Los días pasan. Sos la sexta, séptima, octava persona que me pregunta por él. Como si en alguna parte de la Historia el mundo hubiera sido nuestro. Como si fuéramos indivisibles, como si nunca hubiésemos sido accidentales. Sí, yo sé por dónde empezar a buscarlo, sé qué coordenadas me pueden llevar hacia él, qué número buscar, qué botón presionar... Yo sé qué, pero qué sé yo, no sé cómo. Lo que no sé es si realmente quiero. ¿Por qué me arriesgaría buscar a alguien que tal vez ni siquiera pretenda ser encontrado, ni por mí, ni por vos, ni por nadie? ¿qué motivo tendría para cometer semejante estupidez (para algunos) o acto de valentía (para otros)?
Si es que es cierto que uno sólo aparece cuando y como quiere, no hay que precipitarse, ni rasgarse las vestiduras, ni rezarle a ningún santo, ni prender velas de colores y formas varias, ni forzar lo que se da o no. Solo el tiempo dirá si sos la novena o la décima persona que me pregunta por él o si todos, de una vez por todas, conoceremos su paradero.
Te leo siempre, Vicky. Saludos!
ResponderBorrar