-Me podría haber muerto. Esa noche podría haberme muerto. Y me daba absolutamente igual.
Ella me escuchó y no pudo evitar llorar. Agarré un puñado de pañuelitos descartables y seguí mi relato.
-No me acordaba de nada, no me quería acordar. Solo me habían quedado sus palabras, esas que hicieron un hueco tan grande y tan hondo que no sé si algún día voy a volver a llenar. Solo tenía vestigios de esa noche, de lo que fui, de lo que éramos. Me acuerdo de agarrar mi tapado rojo y cerrar la puerta con furia, de que puteé a una señora y crucé la acequia, pero después no me acordaba más nada, no me acuerdo. No sé cómo fue que saqué esa foto que te dije o en qué momento me desvestí o qué hice después. Tenía todo borrado, hasta hoy, que soñé que me moría.
-¿Y te veías linda de muerta?
-Tenía los ojos hinchados. Como cuando me los vi en un espejo después del mediodía. El auto dio un volantazo, bueno, lo dio él. Casi volcamos, eso pensé. Cerré los ojos y siguió manejando, pero yo pensé por segundos, por milisegundos que podía estar muerta. Tuve la misma sensación que cuando tenía 10 años, mi tío manejaba y de un supermercado salió un Falcón verde y no pudo frenar; mamá se rompió la nariz por proteger a mi hermanito y a mí me dolía la cara. Fue lo mismo que sentí en la alameda, cuando iba en un auto repleto, un taxi salió de la nada y también chocamos. Yo estaba en la misma posición que en el auto de mi tío y también me golpeé la cara. Estaba igual de aterrada, pero esas dos veces no pensé que me iba a morir, ahora sí. Y no puedo parar de llorar. Me podría haber muerto, me podría haber matado tantas veces.
-Por algo no fue ninguna, para algo...
Asiento.
-A vos no te importaba morir, porque no te importaba tu vida y eso pasa solamente cuando estás muerto, ¿no?
Me quedo pensativa.
-¿Sabés lo que creo?, que vos ya estabas muerta.
-¿Qué?
-Sí. Vos estabas muerta. Ese volantazo solamente te despertó. Si ahora llorás, es porque volviste a nacer.
(Silencio largo)
-Felicidades.
miércoles, 24 de julio de 2019
viernes, 5 de julio de 2019
Sí, vos (póstumo)
Era febrero y me acuerdo que llegaste, no recuerdo con quién, o sí, pero no viene al caso. La cuestión era que habías vuelto. Yo estaba por empezar a escribir, pero no sabía de qué o de quién. Había decidido que quería traducir y como siempre fui muy tozuda y obstinada, sabía que lo lograría. Vos te me sentabas al lado, me contabas historias tuyas y de otros, hablabas de lo mucho que odiabas Fahrenheit 451 que, por lejos, siempre fue mi libro favorito. Te gustaba Bradbury, sí, pero no ese libro. Me recomendaste a Truman Capote, todavía no lo leo.
Esa semana tenías un examen. Jamás te vi tan acelerado como aquella mañana. Ibas y venías, ibas y venías del primer al segundo piso, hasta que te llegó el momento y los que estábamos ahí, sentimos esa misma ansiedad que vos estabas destilando. Predije la nota que te ibas a sacar.
Después de esa tarde, desapareciste del mapa y yo no entendía por qué. En un escueto mensaje, me dijiste que estabas bien. Jamás te creí y estaba en lo cierto. Sí, me importaba que estuvieras bien. Sí, me importabas. Sí. Vos.
Esa semana tenías un examen. Jamás te vi tan acelerado como aquella mañana. Ibas y venías, ibas y venías del primer al segundo piso, hasta que te llegó el momento y los que estábamos ahí, sentimos esa misma ansiedad que vos estabas destilando. Predije la nota que te ibas a sacar.
Después de esa tarde, desapareciste del mapa y yo no entendía por qué. En un escueto mensaje, me dijiste que estabas bien. Jamás te creí y estaba en lo cierto. Sí, me importaba que estuvieras bien. Sí, me importabas. Sí. Vos.
Mi persona (póstumo)
Empiezo a escribirte hoy, con la certeza de que quizá nunca me leas. Pensaba en hace un año, cuando no tenía dimensión real de qué tan importante ibas a ser en mi vida, ni siquiera en el próximo año que estaba por venir.
Te había visto tres veces, nos habíamos sacado una selfie, pero te odiaba. Me parecía hasta invasivo que me hubieras empezado a seguir en Instagram tan de repente, te sentía como un ególatra más, y lo peor de todo: no podías parar de fumar, algo que a mí siempre me pareció un hábito asqueroso.
Con el tiempo, me di cuenta de que el tabaco era parte de tu olor y en vos, justamente en vos, me parecía exquisito, ideal. El café instantáneo y ese perfume del que aún hoy no me sé el nombre también hacían ese "olor a vos" del que tantas veces te hablé.
Hoy, más de un año después de ese momento, me doy cuenta de que te quiero como a nadie, como no sabía que podía, como no sabía que quería poder querer. Y te me estás por ir de nuevo y a mí se me parte el alma de solo pensar que quizás vuelva a abrazarte ya en febrero, marzo tal vez.
Mi amigo, mi humano, mi compañero, mi persona hecha mar. Mi persona.
Te había visto tres veces, nos habíamos sacado una selfie, pero te odiaba. Me parecía hasta invasivo que me hubieras empezado a seguir en Instagram tan de repente, te sentía como un ególatra más, y lo peor de todo: no podías parar de fumar, algo que a mí siempre me pareció un hábito asqueroso.
Con el tiempo, me di cuenta de que el tabaco era parte de tu olor y en vos, justamente en vos, me parecía exquisito, ideal. El café instantáneo y ese perfume del que aún hoy no me sé el nombre también hacían ese "olor a vos" del que tantas veces te hablé.
Hoy, más de un año después de ese momento, me doy cuenta de que te quiero como a nadie, como no sabía que podía, como no sabía que quería poder querer. Y te me estás por ir de nuevo y a mí se me parte el alma de solo pensar que quizás vuelva a abrazarte ya en febrero, marzo tal vez.
Mi amigo, mi humano, mi compañero, mi persona hecha mar. Mi persona.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)