martes, 18 de julio de 2023

Futuros negados


Es 18 de julio, otra vez. De todos los homenajes que cada año le hacen a las víctimas de la AMIA, este siempre es el que más me “pega“. Sebastián Barreiros fue la víctima más joven del atentado, tenía cinco años, mi edad. Mis recuerdos de aquel momento se basan en el contraste de imágenes de esa mañana mientras desayunaba en lo de mi abuela. Un segundo mirábamos la repetición de la final del Mundial y al siguiente el edificio de la calle Pasteur en ruinas.

De la primera persona que me acuerdo cuando pienso en ese día es de una señora gritando sin parar “mi hija, Paola, quiero a mi hija“. Muchos años después, supe el nombre de esa madre y la hasta ridícula casualidad que hizo que su hija bajara del ascensor justo en el momento en el que explotó la bomba.

En cambio, mi mamá, cada 18 de julio se acuerda de Sebastián y más precisamente de su mamá, Rosa. A las 9:53 ellos iban de la mano, por la vereda, jugando al “veo, veo“. Sebastián, esa mañana había pedido viajar en subte, porque en los túneles vivían las Tortugas Ninjas y estaba en su primer día de vacaciones de invierno. “La onda expansiva se lo arrancó de las manos“, repite mi mamá y un poco se le quiebra la voz pensando que le podría haber pasado a ella o a cualquier otra madre que en ese momento pasara por allí jugando al “veo, veo“ con su hijo.

Hace unos días me acordé de que existía este corto. Sebastián hoy tendría mi edad, la de mis amigos, quizá se reiría al pensar que las Tortugas Ninja estaban en el subte, quizá iría con sus hijos de la mano por la vereda, quizá estaría protestando en una autopista colapsada y son todos quizás, porque nadie tiene la certeza de qué pasaría, porque el 18 de julio de 1994, a Sebastián, al igual que a otras 84 personas le negaron el futuro.

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