--Hasta el 2/09 hay
tiempo para presentar todos los papeles en la SAD, tienen que llevar DNI,
fotocopia del analítico que tenga promedio y porcentaje de materias, también el
del colegio, no se olviden, cualquier cosa vienen y nos preguntan en la mesita.
Diciendo eso
en un aula, alguien me recuerda que una vez más, todavía estoy a tiempo de
registrarme en uno de los listados para dar clases que tiene la provincia.
Podía ir desde el momento en que tuviera el 50% de la carrera, que fue como
hace tres años. Pero el primer año, me sentí demasiado joven, el segundo me dio
paja (no hay otra forma de decirlo) y el tercero también.
Como no hay
dos sin tres, decidí hacerlo todo en tiempo récord. Empecé a juntar lo que
tenía que llevar la última semana de agosto, la fecha límite que me había
autoimpuesto era el 1/09, porque el 2 iba a ser un caos y no sabía si en la SAD
había sillas para sentarse a leer un libro, como en las interminables colas del
banco.
Como tuve vida
de nómade y pienso seguir teniéndola, lo primero que tuve que hacer fue
legalizar mi analítico en la provincia, tiene cinco sellos encima de la última
hoja, pero le hacía falta uno más, al menos eso creía.
--No, gordita,
le falta el sello del Ministerio de Educación.
--Ahí lo
tiene-- señalo.
--Ese es del
Ministerio de Educación de Mendoza, falta el de acá. Bue, el de la Nación. Eso
se hace en 1 entre 43 y 44, enfrente de la estación.
Voy, esperando
toparme con el Ministerio estándar de la ciudad: edificio afrancesado, con
alguna alusión a los masones, puertas de madera y una cola enorme saliendo de
algún lugar. No encuentro nada, paso de largo una oficina de Migraciones, del
Ministerio del Interior, ¿pero Educación?, bien gracias.
--
¿Educación?, queda en 13 y 57, ¿estás segura?-- me pregunta el kiosquero de 1,
42 y 43.
--Sí, me
mandaron desde el Consejo Escolar de 2 y 42, a legalizar el analítico.
--Eso se hace
en Migraciones, en la oficina del Ministerio del Interior, en la otra cuadra.
Vuelvo a ir.
Me topo de frente con una chica que en el Consejo estaba justo antes que yo en
la cola.
-- ¿Dónde es?
--Pasá
todos los extranjeros que te vas a topar y donde dice Legalizaciones, te vas a
encontrar con uno parecido a Obelix y una mujer rubia con mucha cara de orto.
Te va a tocar a vos directo, porque no hay nadie.
--Genial.
Recorro el
pasillo de lado a lado. Me encuentro a la rubia.
-- Ya te
atiendo, ¿tenés turno?
--No
--Bueno, desde
el lunes hay que sacar turno, acá los mandan como sin nada y no puede ser.
--Disculpá,
pero es la primera vez que hago esto y nadie me dijo que tenía que sacar turno,
la convocatoria cierra el viernes, es miércoles, necesito que me ayudes.
--Nombre.
--B I B I L O N I
--Dije nombre.
--Victoria.
--Gabriela.
--También.
Me firma todo
y me estampa un sello.
--Por favor,
decile a los del Consejo que dejen de mandar gente sin turno. Hoy estoy
haciendo una excepción.
En el Consejo
me ponen el tercer sello del día y con todo listo voy a la SAD. La cola tiene
una cuadra afuera, y adentro sigue en forma espiralada. Hay gente que
histéricamente completa formulario tras formulario y entra en pánico cuando se
le termina la tinta de una lapicera, le pifia en el año de egreso cambia los
datos de lugar. Entre todos, a lo largo de la cola nos preguntamos si realmente
lo estamos haciendo bien, no sabemos qué dejar libre o qué llenar y cómo. Nadie
nos explica, nos corrigen cuando ya lo hicimos y mal. Las fotocopiadoras de
alrededor también tienen cola. Un trámite de registro puede llevar horas. En la
esquina y a mitad de cuadra ya hay dos parrilleros se disponen a preparar el
almuerzo para cualquier transeúnte que se muera de ganas, o de amor, por un
chori.
No tengo el
teléfono conmigo, no llevo reloj, el de la oficina de al lado tiene casi las
tres de la tarde y el resto de la gente tampoco tiene relojes visibles. Es
tanta la ansiedad y quizá el miedo a que se haga la hora de cierre y sigamos
ahí, que creo que a nadie le importa husmear el celular.
Me llaman.
--Pegá la
carátula con la carpeta.
-- ¿tienen plasticola o cinta scotch?
--No, acá no
tenemos nada ya, ¿te pensás que sos la única a la que le pasan esas cosas?,
estamos desde las 9 acá. Conseguí. Que alguien te preste.
Voy a una
oficina. La mujer no tiene, pero su hijo sí. Pese a su insistencia, la madre no
lo deja ni sacar la cartuchera. Voy a otra oficina.
-- Buen día,
¿no tenés un poco de cinta?
-- ¿Es joda
esto?, yo pago estas cosas todos los días.
--Es un
pedacito, sino no me aceptan el formulario. Nadie me dijo que tenía que traer
la portada pegada.
--Está bien,
pero que sea la última vez.
--Gracias...
Vuelvo a la
silla en la que estaba.
A la chica de
al lado le dicen que no le van a tomar el analítico del secundario, que no lo
necesita, que no es necesario. Le cierran la carpeta y se da.
--Ya está.
--Menos mal,
son 12:30, ya nos vamos nosotras, piba.-- me dice una de las empleadas, que
junta, controla y sella todos mis papeles.
--¿Está todo?
--Está todo
--Mi analítico
del secundario está ahí.
Cuando la
empleada que atendió a la chica de al lado se levanta, la que me atiende a mí
habla.
--Dejalo por
las dudas, no vaya a ser que te falte, mejor que sobre, en noviembre vas a
tener noticias, sino tenés que hacer el reclamo, preferentemente antes del año
que viene.
-- ¿Cuándo
abre la inscripción el año que viene?
-- No sabemos
y tampoco te va a importar demasiado, porque vas a venir cuando esté a punto de
cerrar, como hacen todos.
Se escucha un
grito.
--Otro pendejo
llorando.--da un suspiro.-- te podés ir.
--Gracias.
Buen finde.
Se ríe.
--Ponele...
¿quién sigueeeeeeeee?
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