viernes, 23 de septiembre de 2016

Wake Me Up When October Begins

Había escrito "Dejémoslo todo y vamos" unas tres o cuatro veces, casi como si fuera una premonición o la certeza a punto caramelo de que nada, o mejor dicho no-todo, dura para siempre.
Di vueltas alrededor, pero también en mi cabeza, como si buscara que por arte de magia o mero logro del destino ciertos laberintos mentales se me fueran abriendo, hasta poder buscarle los porqués a las cosas que siento pero no sé cómo terminar de procesar.
Era cuestión de tiempo, mejor dicho, de tiempos, porque aparte del tiempo que se mide cuantitativamente también está el emocional, ¿cómo medir el tiempo en el que necesitamos decir "basta"?, ¿cuándo es el momento adecuado para un "no va más"?, ¿cuánto dura el instante en el que te das cuenta de que algo/alguien te encanta y lo elegís para siempre?, ¿cuál es la unidad de medida de un momento de placer?, ¿cuánto puede (no debe) durar el dolor/amor?
Después de muchas vueltas, de páginas enteras que sólo yo conozco y que escribo también, para conocerme un poco más. Fue ahí que descubrí la diferencia entre amor propio, orgullo y vanidad, que parafraseando a Lovecraft por quincuagésima vez, uno no debería tratar de invocar lo que no puede controlar y que como seres humanos somos tan limitados que da entre miedo y bronca. Tenemos un espectro de emociones y de racionalizaciones tan pero tan cerrado, tan cortoplacista, hedonista, leydelmenoresfuercista y otros -ista contextuales, que cercenamos lo que somos en pos de lo que podríamos ser que cuánticamente es tan imposible como infinito, porque las posibilidades, esas que están por afuera de los "-ista", sí que son ilimitadas.
Yo me había despertado como cualquier otro día, pero distinta, como si viera todo en perspectiva o como si cayera en la cuenta de que de tan automatizadas tenía algunas cosas que en realidad tenía que estar disfrutando, ya las hacía por inercia, sin placer, sin gusto y lo más importante, sin pasión.
Fue en ese momento, que supe que vos no encajabas en la yo que amaneció esa mañana, que era mejor dejarte, por un tiempo (subjetivo obviamente), porque si es cierto que uno se pierde para volver a encontrarse, a la vuelta del camino estarías ahí y sino, habría algo más, un alter, un yo que no eras vos, un vos que se acoplara a mí y a lo que realmente desee, no a lo que los demás quieren, pretenden o infieran que deseo.
Para todo hay tiempo, para todo estamos a tiempo. Si algo no encaja, no hay que forzarlo, si algo no te gusta no tenés que forzarte. Si hervís, evaporate. Si dejo todo, al menos por hoy, el tiempo, mi tiempo es el que va a transformar mi corazonada en certeza, la energía potencial en cinética, una posibilidad por otra, una idea en una nueva realidad.

Recién me despierto. Estoy a tiempo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario