Había escrito
"Dejémoslo todo y vamos" unas tres o cuatro veces, casi como si fuera
una premonición o la certeza a punto caramelo de que nada, o mejor dicho
no-todo, dura para siempre.
Di vueltas
alrededor, pero también en mi cabeza, como si buscara que por arte de magia o
mero logro del destino ciertos laberintos mentales se me fueran abriendo, hasta
poder buscarle los porqués a las cosas que siento pero no sé cómo terminar de
procesar.
Era cuestión
de tiempo, mejor dicho, de tiempos, porque aparte del tiempo que se mide
cuantitativamente también está el emocional, ¿cómo medir el tiempo en el que
necesitamos decir "basta"?, ¿cuándo es el momento adecuado para un
"no va más"?, ¿cuánto dura el instante en el que te das cuenta de que
algo/alguien te encanta y lo elegís para siempre?, ¿cuál es la unidad de medida de un momento de
placer?, ¿cuánto puede (no debe) durar el dolor/amor?
Después de
muchas vueltas, de páginas enteras que sólo yo conozco y que escribo también,
para conocerme un poco más. Fue ahí que descubrí la diferencia entre amor
propio, orgullo y vanidad, que parafraseando a Lovecraft por quincuagésima vez,
uno no debería tratar de invocar lo que no puede controlar y que como seres
humanos somos tan limitados que da entre miedo y bronca. Tenemos un espectro de
emociones y de racionalizaciones tan pero tan cerrado, tan cortoplacista,
hedonista, leydelmenoresfuercista y otros -ista contextuales, que cercenamos lo
que somos en pos de lo que podríamos ser que cuánticamente es tan imposible
como infinito, porque las posibilidades, esas que están por afuera de los
"-ista", sí que son ilimitadas.
Yo me había
despertado como cualquier otro día, pero distinta, como si viera todo en
perspectiva o como si cayera en la cuenta de que de tan automatizadas tenía
algunas cosas que en realidad tenía que estar disfrutando, ya las hacía por
inercia, sin placer, sin gusto y lo más importante, sin pasión.
Fue en ese
momento, que supe que vos no encajabas en la yo que amaneció esa mañana, que
era mejor dejarte, por un tiempo (subjetivo obviamente), porque si es cierto
que uno se pierde para volver a encontrarse, a la vuelta del camino estarías
ahí y sino, habría algo más, un alter, un yo que no eras vos, un vos que se
acoplara a mí y a lo que realmente desee, no a lo que los demás quieren,
pretenden o infieran que deseo.
Para todo hay
tiempo, para todo estamos a tiempo. Si algo no encaja, no hay que forzarlo, si
algo no te gusta no tenés que forzarte. Si hervís, evaporate. Si dejo todo, al
menos por hoy, el tiempo, mi tiempo es el que va a transformar mi corazonada en
certeza, la energía potencial en cinética, una posibilidad por otra, una idea
en una nueva realidad.
Recién me
despierto. Estoy a tiempo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario