martes, 11 de octubre de 2016

Me llamo, me llaman

Me llamo Victoria, es mi segundo nombre. Como la reina de nosédónde que nació en 1819 y mi tía abuela que era la reina de San Agustín y nació en 1919. Yo nací también en un año terminado en 9.
Hablo cinco idiomas, entiendo otros dos. Usualmente leo en tres. Puedo armar y desarmar el cubo de Rubik. Escribo con las dos manos. Cuando manejo la luz pulsada en el consultorio de mi jefa, me siento como si estuviera en alguna película pochoclera de ciencia ficción. Alguna vez tuve que cargar cajones de cerveza, dormir del lado horizontal de la cama, treparme por un balcón o esconderme en un armario.
Tuve un abuelo carpintero que me legó juguetes de madera, una colección de monedas y muchos libros. Su primera esposa me dio la tía que me enseñó a tejer, a hacer merengue y rezar. La segunda, una modista, me dio a súper-madre, el tío que siempre hacía lo imposible para darme todos los gustos y las tías abuelas por las que doy el mundo.
Súper-madre es abogada, eminentemente práctica, con ese carácter marítimo que se lleva todo puesto y que nunca se deja ver en calma. Se decía apolítica, hasta que no tuvo más remedio que confesarse radical.
Tuve otro abuelo que se graduó de la Universidad con honores, que hablaba griego y latín, que se estudia en una Licenciatura en Francés y alguna vez fue a lo de Mirtha Legrand con su escuela de teatro. Me dejó libros, para variar. Desde Shakespeare hasta Goethe. No hablaba inglés y tuvo que ir a particular, la "maestra", por cosas de la vida, era mi abuela. La que me enseñó a hacer tortas fritas y me daba vino rebajado a escondidas. Me dieron un padre más profesor que abogado, más actor que profesor y más teórico que práctico. Tan contradictorio que decía ser peronista de izquierda. Tengo otros cuatro tíos que no saben quién soy.
Viví en tres ciudades, una me tocó coyunturalmente, la otra me la metieron de prepo y la otra la elegí. Mar del Plata es mi lugar en el mundo. Uno es de donde dejó enterrado el ombligo, nací ahí, soy de ahí. Meto los pies en la arena, en el agua, entre la espuma y siento que no me falta más nada, que puedo con todo, que tengo el mundo. Me crié en Mendoza, pero no soy mendocina, estaba pero no era, quizá la cordillera siempre nos separe. Esa misma distancia es la que nos separa en carácter y en afecto. En La Plata me hice, me configuré, fui yo conmigo, toda entera. Me sigo siendo acá.
Hice el intento de estudiar medicina, sólo para encontrar la vacuna contra el mal de amores. En el medio me enamoré, quedé rota y me fui, de la carrera, de la facultad y de la provincia. Gracias a esa carrera sé que en otra vida hubiera sido una química brillante. Biología no me gustaba y la Física es una cuestión de fe. Quise estudiar Letras y también Inglés, Ingeniería Genética y Psicología Forense, pero terminé haciendo Comunicación Social, una licenciatura, después un profesorado. Ahora voy a los ponchazos con Administración, que también me gusta, porque la política-que me encanta- y la gestión, van de la mano siempre.
Me pregunto, ¿qué se le pasaría por la cabeza a un potencial empleador, novio, amigo, conocido, usuario de blog o pariente si leyera todo esto?, ¿me jugaría a favor o en contra?, ¿o simplemente diría lo usual "estás re loca, Victoria"?



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