miércoles, 15 de febrero de 2017

Letra y Música 2

Nunca había leído testimonio más desgarrador que el de Noches Blancas, nadie me había cantado tan bien las cuarenta como don Eduardo en El Libro De Los Abrazos. Nadie me había transmitido tan bien lo "loco" del amor y la fuerza de los celos como el Romeo y el Otelo de Shakespeare y nada me hacía "volar" tanto como el realismo mágico del Gabo o las historias de Ray Bradbury, que de tan prácticas eran fantásticas y de tan fantásticas, llegaron a ser reales. Tampoco nadie me había dado tantas vueltas como Descartes o parecido tan interesante y al mismo tan insulso como Gray y su atlas de medicina.

Fue en ese momento, cuando mi realidad superó todas mis ficciones ya escritas, cuando empecé a leer menos y tuve la necesidad imperiosa de (d)escribir(me) más. Creía saber cómo se sentía un beso porque lo había leído tanto en un libro de poemas como en uno de medicina, pero recién fui capaz de describirlo cuando me dieron uno. Esa misma situación se dio con todas las cosas y experiencias por las que fui pasando después. La lectura fue mi teoría y cuanto más creciera, más tendría que apropiarme de la escritura como práctica. No por nada, los escritores escriben y describen TODA su vida, aunque nunca jamás escriben sobre sí mismos.

Leer o escribir bajo presión es imposible. Se hace o por mero impulso o no se hace. Un libro no te llega por azar, uno lo elige y quizá ese libro también lo elija a uno. Así fue como los primeros me los mandaba mi abuelo junto con bolsas y bolsas de golosinas, los siguientes mi papá y los restantes los fui consiguiendo hasta hacer de mi biblioteca un club. No me imagino otra forma de leer que no sea escribiendo, ni me imagino una descripción de mi vida sin la lectura como arma, aliada y en muy contadas ocasiones, también enemiga.

La idea, la inspiración, ese algo que surge de la necesidad de tomar una lapicera o empezar a tipear no viene porque sí y lo mejor del asunto es que del mismo modo que la imaginación, la escritura tampoco tiene techo, mucho menos, piso. Así como amor no es literatura sino se puede escribir en la piel, así como todo conflicto, todo cambio tiene un detonante, todo lo escrito tiene un porqué y un para qué. Ya sea que se escriba un microrrelato, los 140 caracteres de un tuit, una novela o tu propia biografía lectora, siempre hay una razón. La de hoy, es presentarme, representarme y volver a descubrir esos motivos por los que justamente creo que si todo lo demás falla hay que leer, pero más que nada, no dejar de escribir.

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