Me carcomen las ganas de verte, me llenan,
me invaden. Hacen de mi conciencia simples piezas que carecen de significado
que luego sé que tengo que levantar, enmohecidas, repletas de vos y de todo,
absolutamente todo lo que sea tuyo.
Cierro los ojos, te veo mirándome. Te
siento, aunque sé que no estás. Que quizás no estés nunca.
Recuerdo tu pelo, siempre perfecto,
invitándome a desentramarlo y desentrañarlo. No sólo quiero verte, quiero
despeinarte.
Recuerdo tu piel, lo bien que se sentía
junto con la mía, la primera vez que te toqué, mi estremecimiento, el brusco
aumento del latido de mi corazón, la imperiosa necesidad de que esa sensación
no se terminara más, las ganas de seguir recorriéndote con mis manos. No sólo
quiero verte, quiero tocarte.
Recuerdo tus ojos, perfectos, perennes,
inmunes a cualquier noción de tiempo... Nos mirábamos y no había ni chispas ni
brillos ni fuegos artificiales. Simplemente, nos fundíamos, nos abrazábamos-y
nos abrasábamos-y no importaba nada más. No sólo quiero verte, necesito volver
a mirarte. Derretime otra vez.
Te quiero rodeándome con tus brazos, te
quiero viéndome, te quiero queriéndome... ¿tan difícil será volver a verte?,
¡Quereme!, que yo te espero, yo te espero, yo también quiero...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario