Era un mar inquieto, era a veces un sueño y otras, la mejor de mis realidades.
Era pura adrenalina, era un viento huracanado, era tempestad.
Era aire y era fuego, capaz de quemarte solo con la mirada, capaz de sofocarte con todo eso que jamás diría.
Él era él, así con todo lo bueno, con todo lo malo. Sulfúrico, volátil, insospechablemente sensible, cruel y hermoso, casi casi como el mundo. Mi...
Él era él.
Él era. Y me gustaba, me encantaba mirarlo dormir; era el ùnico momento en que se reconocía humano, era el el único momento en el que lo sentía mío.
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