domingo, 9 de diciembre de 2018

Everlasting

Tuve que aprenderte y aprehenderte para darme cuenta de qué tan efímero o duradero podías ser.
Te enredé y te desenredé con tal de siquiera intentar entenderte.
Te idealicé y te destruí, para después volver a reconstruirte, con todos tus defectos, con todas tus virtudes, pero ya como parte de mi vida.
No pude domarte, nunca lo intenté, jamás lo intentaría. No está en tu naturaleza que puedas callarte, ni seguir órdenes, ni dar el brazo a torcer.
Sos el mar, vas a estar más o menos picado, pero nunca en calma.
Te abracé y junté tus pedazos cuando estabas roto. Te cocí las alas, te dije que podrías ir tan alto como quisieras y que si querías todo, lo podrías todo.
Recorrí kilómetros y kilómetros de camino, solamente para verte dos horas, estar a tu lado y sentirme en paz. Siempre lograste eso, calmarme, apaciguarme, rearmarme, no dejarme dejarte.
Ahora que te vas, ahora que me estás dejando, dejame quedarte, dejame quedarme.
Tuve que cederte y otras veces ganarte.
Fallé. Fue mi error. Tuve que conocerte, volver a desconocerte y buscarte hasta por debajo de las piedras para encontrarnos.
Y tuve que aprenderte, aprehenderte y desaprenderte, para caer en la cuenta de que no quiero que seas efímero. Más bien, quiero que seas para siempre.

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