11056- Me aturdió. Y fue tanto y tan fuerte el ruido que aun hoy no recuerdo cómo volví a casa. Solo supe-y porque me contaron-que llegué, arrojé las zapatillas contra la pared y sin decir nada me fui a dormir. Los días, las semanas y los meses fueron pasando y por más que lo intenté, jamás pude volver a ponerme esas zapatillas. Primero dije que me daba pereza limpiarlas, porque estaban llenas de barro, papel picado y otras cosas que no recuerdo. Después dije que era porque tenían un agujero, igual que yo, desde la misma madrugada y luego, simplemente, usé otros zapatos que estaban listos para usar.
Una temporada después, quise volver a usarlas, amaba mis Reebok negras, pero me era imposible; no las podía ni ver, se convertirían en alimento de cobayos tarde o temprano, indefectiblemente. Como me visto igual desde los 15, busqué exactamente el mismo modelo por todas las tiendas habidas y por haber y recorrí media provincia, esas zapatillas rondaban los seis años y habían vivido conmigo momentos únicos, miles de primeras veces y aquella última vez que tanto me aturdió.
"Señora, ese modelo no se fabrica más, pero seguro este le va a sentar mejor, es mejor". Descreí de las palabras del vendedor, pero sí, el nuevo modelo era mejor. No sé qué ironía del destino, en ese momento lo entendí: yo no podía volver a lo mismo, a ese mismo patrón, a pisar esos mismos lugares, a (simbólicamente) ponerme la misma ropa sucia después de bañarme. Nada podía volver a ser lo mismo, nada podía volver a ser igual. Mi yo se había ido con las zapatillas viejas, ahora solo me quedaba dar pasos nuevos. Ahora solamente me quedaba empezar de nuevo.
sábado, 24 de agosto de 2019
Al olvido, olvídalo
Me olvidé de cómo te gustaba el café. Y de si preferías lo dulce o lo salado. Me olvidé de cuántas cucharadas de azúcar le ponías al té. Y del punto de cocción en el que te gustaba el asado.
Me olvidé de cuál de todos tus lunares era el que más me gustaba. Y también de cómo sonaba tu despertador. Me olvidé de la marca de cigarrillos que fumabas. Y del modo en que te tapabas los ojos en las mañanas, ante el más mínimo resplandor.
Me olvidé de tu risa y de esas lágrimas que delante de mí jamás te esforzaste en ocultar. Y de tus bromas y el modo en que siempre lograbas que las creyera. Me olvidé de tu pelo con olor a Sedal y de por qué alguna vez te comparé con el mar.
Me olvidé de tantas, pero tantas cosas, que a veces creo que ni siquiera fuiste de verdad. Me olvidé de eso que me hacía querer verte, de eso que creía que a tu lado no era soledad. Y de que no hubo nadie que no me dijera que lo mejor era perderte.
Te olvidé, sí. Y de tanto olvidarte, también me olvidé.
viernes, 2 de agosto de 2019
Chau
Hoy descubrí que no quiero seguir escribiendo sobre vos. Que quiero enterrarte. Que quiero despertarme una mañana o dormir una noche entera sin siquiera recordar que alguna vez exististe.
Hoy te soñé, tan real, tan nítido como todas las otras noches, pero no quiero que te me aparezcas más, ni que vuelvas, ni nada. Por mí quedate ahí, bien lejos, convertite nada más en un recuerdo, o quizá ni siquiera en eso. A veces siento que eras todo para mí, todo lo bueno, todo lo malo, esa persona con la que quería todo, el resto de mi vida, o mientras me durara el para siempre. Ahora solo quiero que te esfumes, que seas la nada misma, que no existas en mi pantalla, ni en mis memorias, ni en mis historias. No quiero que existas para nada.
Andate, volvete. Dormite. Desaparecete.
Esta es la última vez que escribo sobre vos.
Esta es la última lágrima.
Este es el último adiós.
Chau.
Tenías que ser vos (Póstumo)
Descubrí, casi de zopetón, cuál era tu frase de cabecera. También me enteré de que te gustaban las gaseosas light. Esas que tomabas con mi superhéroe preferido mientras te ponías hablar de asuntos internos, que solo ustedes dos entendían.
Pasábamos mucho tiempo juntos, cada vez más. A veces, hasta se hacía de noche. Eso en verano y en Mendoza es un montón.
Cuando iba a rendir, no te decía, no quería que nos comparáramos y, a decir verdad, tampoco quería decepcionarte. El lunes siguiente me enteré de que aprobé y fuiste el primero en saberlo, cómo no? tenías que ser vos.
Para festejar, encendimos un cohete en algún lugar igual de verde.
Las siguientes veces que rendí, también fuiste el primero en saberlo. "Oficialmente somos colegas", te escribí aquella mañana. El resto de las horas de ese día las pasé a tu lado.
Ese día resultó seer inolvidable. Vos empezabas a serlo.
Pasábamos mucho tiempo juntos, cada vez más. A veces, hasta se hacía de noche. Eso en verano y en Mendoza es un montón.
Cuando iba a rendir, no te decía, no quería que nos comparáramos y, a decir verdad, tampoco quería decepcionarte. El lunes siguiente me enteré de que aprobé y fuiste el primero en saberlo, cómo no? tenías que ser vos.
Para festejar, encendimos un cohete en algún lugar igual de verde.
Las siguientes veces que rendí, también fuiste el primero en saberlo. "Oficialmente somos colegas", te escribí aquella mañana. El resto de las horas de ese día las pasé a tu lado.
Ese día resultó seer inolvidable. Vos empezabas a serlo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)