sábado, 24 de agosto de 2019

11056- En sus zapatos

11056- Me aturdió. Y fue tanto y tan fuerte el ruido que aun hoy no recuerdo cómo volví a casa. Solo supe-y porque me contaron-que llegué, arrojé las zapatillas contra la pared y sin decir nada me fui a dormir. Los días, las semanas y los meses fueron pasando y por más que lo intenté, jamás pude volver a ponerme esas zapatillas. Primero dije que me daba pereza limpiarlas, porque estaban llenas de barro, papel picado y otras cosas que no recuerdo. Después dije que era porque tenían un agujero, igual que yo, desde la misma madrugada y luego, simplemente, usé otros zapatos que estaban listos para usar.
Una temporada después, quise volver a usarlas, amaba mis Reebok negras, pero me era imposible; no las podía ni ver, se convertirían en alimento de cobayos tarde o temprano, indefectiblemente. Como me visto igual desde los 15, busqué exactamente el mismo modelo por todas las tiendas habidas y por haber y recorrí media provincia, esas zapatillas rondaban los seis años y habían vivido conmigo momentos únicos, miles de primeras veces y aquella última vez que tanto me aturdió.
"Señora, ese modelo no se fabrica más, pero seguro este le va a sentar mejor, es mejor". Descreí de las palabras del vendedor, pero sí, el nuevo modelo era mejor. No sé qué ironía del destino, en ese momento lo entendí: yo no podía volver a lo mismo, a ese mismo patrón, a pisar esos mismos lugares, a (simbólicamente) ponerme la misma ropa sucia después de bañarme. Nada podía volver a ser lo mismo, nada podía volver a ser igual. Mi yo se había ido con las zapatillas viejas, ahora solo me quedaba dar pasos nuevos. Ahora solamente me quedaba empezar de nuevo.

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