No iba a escribir nada,
no porque no sintiera nada, sino porque pensaba que ya estaba todo dicho, pero,
¿qué hay más lindo que poder contarle al mundo sobre esas cosas que te pasan
tanto y tan fuerte que prácticamente te atraviesan?
Muchas otras
veces había escrito sobre la Franja, lo que significaba para mí, lo que veía
desde afuera, lo que creía que era, lo que pensé que podía sentir o no y muchas
otras historias mínimas. Sin embargo, estar en el fondo y desde adentro es lo
máximo.
Hoy, después
de tres días intensos en todo sentido, nada ni nadie me borra la sonrisa de la
cara. Por los dos mil y pico de alumnos que depositaron su confianza en
nosotros y en lo que hacemos todos los días; porque ese mismo compromiso con lo
que decimos y lo que hacemos es el que nos mantiene donde estamos, conduciendo
el Centro de Estudiantes de Ciencias Económicas desde hace 23 años; porque la
gente que te conoce, que vio que en estos días estuviste a sol y a sombra
enclaustrada en la facultad no hace más que felicitarte y alegrarse por tu
felicidad.
Me duelen los
pies, mucho, muchísimo, como si hubiera estado en un pogo eterno. Casi no tengo
voz, porque en tres días paré a tanta gente para contarle qué estábamos
haciendo, qué hicimos y qué pensamos/sentimos al hacer y canté tanto una vez
finalizado el escrutinio, que hasta reírme o tragar son actos que cuestan un
montón. Dormí todo el día, como condenada, como si no hubiera mañana, porque no
hay mayor tranquilidad que la que tengo en este momento, sabiendo que una vez
más hicimos hasta lo imposible y como siempre y como nunca, vamos por más.
Éramos, somos
una banda, una fiebre que se extendía por todos los pasillos y todos los
rincones de la facultad: la puerta de 48, la de 47, todas las escaleras, el
bicicletero, el subsuelo, la veda. Giraras donde giraras, la facultad destilaba
morado. Éramos alrededor de 60 militantes distribuidos por donde se te
ocurriera y sin embargo, nada de lo que hicimos lo podríamos haber hecho solos,
sin el apoyo fundamental de mucha, muchísima gente que a lo largo de este
proceso nos acompañó incondicionalmente como los becados, los ex militantes,
los graduados, las madres, los padres, los hermanos, primos, tíos, sobrinos,
novios, piques, los correligionarios de toda la ciudad y más allá y los alumnos
y amigos que siempre supieron que no sólo estábamos soñando con una facultad
todos los días un poquito mejor, sino que también la estábamos haciendo. Me
falta gente y seguro se me escapa, se me sale por los poros o es parte de otras
historias mínimas, pero todos estuvieron ahí y por y gracias a ellos vamos a
seguir estando, garantizando la educación pública, gratuita y de excelencia,
hasta el infinito y más allá. Hoy y siempre Franja Morada.
PD: un gracias
total, para la banda del bicicletero (Anto, Juan, Enzo, Guada, Fefo, Lu, Juanma
y Agus, que desde el fondo y hacia arriba, la rompió.
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