martes, 23 de enero de 2018

La probadita

El ardor me quitó la respiración. Apenas pude reaccionar, perdí el aliento. El nudo en la garganta me latía casi como si fuera una bomba a punto de estallar; lentamente cada centímetro de mi piel se iba quemando. Di un suspiro, dos, diez. Era mi propio corazón el que me estaba aturdiendo. Aunque siquiera me lo hubiese propuesto, sabía que no podía hablar, que las palabras no eran lo suficientemente grandes para describir lo que ocurría.
Cerré los ojos, traté de volver a mi estado inicial, a la calma que precedió la tormenta de emociones que me iba poseyendo. Hiperventilaba, rugía, me estremecía. Traté. Traté de volver a mí, pero no pude.
Sentí su sabor corroyéndome, derritiéndome, derritiéndonos. Era delicioso, lo más rico que hubiera probado jamás, era irresistible. El fuego líquido, la insaciabilidad que había desplegado en mí no se extinguiría jamás, estaba segura. De ahora en más, no habría camino de regreso; yo nunca volvería a ser la misma.
Amarula querido, ¡gracias por existir!



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